AGITADORAS

 

PORTADA

 

AGITANDO

 

CONTACTO

 

NOSOTROS

       

ISSN 1989-4163

NUMERO 108 - DICIEMBRE 2019

 

Presentación de Espacio Transitorio

Fernando Pastor

Autor: José Luis Zerón. Huerga & Fierro editores, Madrid, 2018

Hoy tengo el honor de presentar el último poemario de José Luis Zerón Huguet, poeta de una amplia trayectoria en el mundo de la Literatura y del activismo literario en muy diversos frentes. Pero, permítaseme, dejar a una voz más importante que la mía, hacer un repaso por ese recorrido literario de Zerón; me refiero al prologuista de este libro, Jordi Doce, que desgrana así su currículo:

“José Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) fue miembro fundador y codirector de la revista literaria Empireuma. Autor de los libros de poemas Solumbre, 1993, Frondas, 1999, El vuelo en la jaula, 2004, Ante el umbral, 2009, Las llamas de los suburbios, 2010, Sin lugar seguro, 2013 y De exilios y moradas, 2016. Incluido en varias antologías, entre ellas: Los nuevos poetas, 1994, Alimentando lluvias, 2001, Pájaros raíces, 2010 y Antología actual de la poesía española. En mayo de 2006 viajó a Rumanía invitado por el Ministerio de Cultura español y el Instituto Cervantes de Bucarest, donde participó, como director de la revista Empireuma, en un encuentro de revistas literarias españolas y rumanas en el Centro Cultural de Bucarest y en la Universidad Esteban el Grande de Suceava. En 2017 publicó el poemario Perplejidades y rarezas [aquí un error de imprenta, dado que el título es Perplejidades y certezas].

Y continúa con aspectos más personales relativos a su relación de amistad, comentario que tomo de su blog Perros en la Playa:

“Conozco a José Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) desde los tiempos heroicos (creo que los puedo calificar así) de la revista literaria Empireuma, que dirigió en las décadas de 1990 y 2000 con la ayuda cómplice de Ada Soriano, José María Piñeiro y José Manuel Ramón. Nuestra primera comunicación data, pues, de hace exactamente veinticinco años, cuando coincidimos en la antología Los nuevos poetas –entonces éramos «nuevos»... y jóvenes– editada por el también poeta José Luis García Herrera en 1994. Allí estaban, entre otros (cito un poco a vuelatecla), José Fernández de la Sota, Guillem Vallejo, Ilia Galán o la propia Ada Soriano.

Tendría que ir a las cartas de aquel periodo para saber cómo se estableció el contacto, pero lo cierto es que muy pronto José Luis, con su hospitalidad generosa, abrió las páginas de la revista a mis poemas y traducciones. Allí se publicó también una de las primeras reseñas de Diálogo en la sombra (1997). En aquel periodo pre-Internet (la red ya daba sus primeros pasos, pero era mayormente terra incognita), las revistas en papel cumplían un papel fundamental para cimentar vocaciones y complicidades. Aislado como estaba en Sheffield, sin apenas contactos con el medio literario español (recuerdo que entonces sólo Álvaro Valverde había respondido con gentileza al envío de mi primer libro), la posibilidad de ir publicando poemas en Empireuma era algo más que un refrendo o una toma de confianza: me hacía sentirme acompañado.

Pasaron los años, como en los cuentos, cada cual tuvo que entrar como pudo en la adultez y perdí el contacto con José Luis. Hasta que en 2010, de veraneo en la costa de Murcia, mi hija Paula me propuso visitar la casa natal de Miguel Hernández en Orihuela. Y allá que fuimos. Y esa visita (de la que habría mucho que contar, pero será para otra vez) fue la ocasión, finalmente, de conocer en persona a José Luis y retomar el contacto. La sentí –la viví– como una forma de cerrar un círculo que llevaba demasiado tiempo abierto. Desde entonces, han pasado casi nueve años en los que, a falta de encuentros personales, hemos podido conversar por correo electrónico y seguir al corriente de nuestros trabajos respectivos.

La década de 1990 no fue fácil para poetas como José Luis, cuya escritura se movía muy lejos de las modas al uso. El ninguneo crítico y editorial estaba a la orden del día y no existía Internet para sortearlo con la astucia debida. Pero el creador que hay en él ha sabido sobreponerse a las dificultades del comienzo con cuatro libros publicados en rápida sucesión que dan cuenta del arraigo de su vocación poética y de la verdad y la fuerza de su visión: Sin lugar seguro (Germanía, 2013), De exilios y moradas (Polibea, 2016), Perplejidades y certezas (Ars poética, 2017) y Espacio transitorio (Huerga y Fierro, 2018).”

 

Así, llegamos a este nuevo poemario, Espacio Transitorio, que ha sido publicado en un precioso y más que afortunado formato por Huerga y Fierro Editores, de lo que hay que congraciarse y agradecer ese empeño en luchar por la buena poesía, fuera de modas y de toda esa superficialidad tan en boga.

En Espacio Transitorio hay que estar atento a todo, lo cual es habitual en toda la obra de José Luis Zerón porque, ya en su título, no puesto al azar o por un fin meramente comercial, se encierra una primera clave de lo que tratará, ese espacio entre el ayer y el mañana, el momento inmediato, el ahora, como única realidad cierta; tampoco hay que olvidar, en esa portada, la imagen de la artista Ana Leonís, que guarda algunas claves del libro porque nos muestra, a modo del ojo de una cerradura sobre una aparente puerta de viejos tablones por donde se permite ver un espacio verde con un camino (recuerden esto del camino, por favor) que transcurre bajo unas aparentes jambas o arcos al fondo, estableciéndose, con todo ello, una conexión entre exterior e interior a modo de francmasónica forma de acceso, de puerta a un conocimiento iniciático; y se completa con una contraportada donde incluye los versos siguientes del poema titulado “Sigo, mundo”:

        “Lo que veo no se puede cantar.
        La memoria envejece y oprime.
        Ahora que todo nace amenazado
se hace necesaria, por inútil, la insurrección:
hay que romper la física
y ofrendar a la tierra
una caravana de ilusiones.
Es preciso incendiar el desierto
y seguir reconstruyendo el mundo con palabras,
aunque nos traicione el lenguaje [...]”

Versos más que exegéticos de lo que encontraremos en este poemario. Así, tanto portada como contraportada y título del libro, al igual que los nombres de cada poema, no están puestos al azar sino que contienen una información importante para descubrir esas referencias más profundas e, insisto, iniciáticas de esta obra; por ello, me veo en la obligación de acudir a uno de los escritores-poetas, que mejor conocen la obra de Zerón, como es Juan C. Lozano Felices, que hace una importantísima cronología de la obra zeroniana que no puedo pasar por alto dada su importancia para entender este poemario:

“...En aras a un mejor juicio y una visión más amplia por parte del lector, creo necesario poner algo de orden en la cronología poética de José Luis Zerón. Me refiero, evidentemente, no al orden de publicación sino al de escritura. Los que tenemos la fortuna de conocer personalmente a José Luis y de frecuentar su caldero literario sabemos, por ejemplo, que la génesis de un libro como el presente no se corresponde con el momento que el autor vive en la actualidad sino con unas coordenadas temporales y unas circunstancias vitales muy determinadas, afrontadas en su momento y que dan como fruto este “libro negro” (Jordi Doce dixit) en la poética de Zerón.  Suele pasar con un poeta como José Luis, que escribe movido por una exigente necesidad con amplios espacios también de inactividad poética o silencio, en que se produce esa disonancia temporal entre lo escrito y lo publicado. Cuestión que ni desmerece ni rebaja en modo alguno una obra de tan alto voltaje lírico.

Vayamos con la cronología. El poemario “Sin lugar seguro (Ed. Germania, Alzira, 2013) comienza a fraguarse a finales de 2009 y se concluye a finales de 2010 pero antes de su publicación incluye tres poemas más, escritos en 2011.  Durante el transcurso de 2010, esto es, de forma simultánea a la concepción de “Sin lugar seguro” escribe “La sed del náufrago” que permanece inédito y supone el eslabón, espiritual y temático, con “Espacio transitorio” (Ed. Huerga y Fierro, Madrid, 2018), escrito entre 2012 y 2013. Luego, en el bienio 2014 -2015 escribe los poemas de “Exilios y moradas” (Ed. Polibea, 2016) que es, de momento, su último poemario escrito y publicado. Entre tanto, en octubre de 2017 aparece su obra de prosa poética “Perplejidades y certezas” (Ars Poética, Madrid 2016), cuya gestación se alarga desde 2000 a 2008, ya que éste se concibe como un cuaderno de anotaciones que, en un momento, decide cerrar.  Por último, el poeta acaba de poner fin a otro poemario inédito en el que ha estado trabajando durante 2018 y que, con el reconocimiento ascendente de nuestro poeta, imagino que no tardará mucho en ver la luz...”.

Arranca el libro con una ineludible introducción de Jordi Doce; prólogo de lectura obligada para sumergirse en el contexto de la obra; no entraré en su contenido, por limitar la extensión de este comentario, ya de por sí extensísimo, pero, insisto en que resulta una lectura imprescindible.

En cuanto al poemario mismo, encontramos que está dividido en cuatro partes:
        La Canción del Tránsito
        Extravíos
        Adhesiones
        y Réquiem
(curiosamente, algunos críticos hablan de tres, obviando que, el último poema Réquiem, conforma per se un acotado final, a modo de epílogo y así lo organiza el poeta, dado que aparece separado e intitulado, como las otras tres secciones del poemario y, como dice Juan Carlos Lozano Felices en Leealgo.com, a manera de una “coda final”.

Encontramos treinta y tres poemas en total (posteriormente volveré a este detalle) en los que, las anáforas, apóstrofes, optaciones, sinestesias, expolitios, antítesis, oxímoros y, por supuesto, símiles y metáforas aparecen por todos los poemas, mostrando una riqueza literaria incuestionable donde también se repiten, como un mantra que el iniciado debe interiorizar, términos como: camino (¿recuerdan?), palabra, ojos, ventana, miedo, soledad, dolor o todas las imaginables relativas a luminiscencias y oscuridades, de manera que parece convertirse más en ese libro iniciático, admonitorio (si fuésemos orientales, hablaríamos de un Tao en China o de un Do en Japón, pero volveré a esta idea) que nos revelará una realidad concreta tras su lectura.

También hay que destacar la temporalidad en que se mueve el sujeto lírico, el yo poético, declamador, vidente o demiurgo lírico, que advierte, amonesta, reclama o, simplemente, ansía, recurriendo al Presente o al Imperativo, como formas verbales principales o, en ocasiones, a formas interrogativas, descriptivas o desiderativas, para dirigirse a nosotros, lectores, que entramos a ser sujetos activos en la obra, porque, ese vidente, nos introducirá como neófitos, ignorantes aún, en ese camino del que hablaba, esa vía de conocimiento que hemos de recorrer, como si se tratase de una route movie (un Easy Ryder o un Thelma and Louise), senda didáctica de algún conocimiento ancestral, proceso imprescindible para llegar al conocimiento de la realidad cierta contenida en la obra.

Tan solo en escasísimos momentos, hallaréis el uso del Pretérito porque, como dice en el primer poema del libro y, como muy bien nos lo apunta Carlos Alcorta, en su página Literatura y Arte : “¡Adelante, siempre adelante! / No miréis atrás.” Aun cuando recurre al ayer en poemas de lacerante actualidad en donde, el compromiso social y el dolor ante la impotencia para evitar el sufrimiento y dolor al que los acaeceres y la actuación de quienes ejercen algún tipo de violencia, se hace patente; como ocurre con el titulado “Después de ver una fotografía que muestra los niños asesinados en Hula (Siria)” o en “Duermevela” donde habla de “...el pasado perdiéndose en sus gritos...” o en ”El golpe maestro de Richard Dadd“, donde recuerda que “quien ha fornicado con la muerte reconoce el fruto...” 

Y es por todo esto que es preciso entender ese aspecto argótico, órfico, porque Zerón busca el significado oculto tras cada palabra, tras cada símbolo y realidad que las sombras, en el fondo de la cueva platónica, tan sólo dejan percibir.

Por eso, toda la obra se desenvuelve en el ahora, ese espacio transitorio en que nos hallamos, lo que puede parecer que convierte al poemario en un libro oscuro, cuando lo que entrevera cada palabra, cada verso, es ese dolor e impotencia de que hablaba; a veces, propio, por la herida doliente del demiurgo, a veces, por la observancia del daño ajeno, cercano o lejano, el daño de los que sufren, en cualquier manera, de injusticias, abusos e, incluso, llegan a la muerte violenta.

En ese sentido, del apartado La Canción del Tránsito, dice Carlos Alcorta, “...supura escepticismo y acritud casi sin descanso. El poeta trata de asentarse en el presente, un presente que se quiere intemporal, como si surgiera de la nada, renunciando a las experiencias previas...” ; mientras que José Luis Morante, en su blog Puentes de Papel, dice que esta sección “...marca su epifanía con un referente cultural de la tradición judeocristiana: Lot [porque] contiene...un afán de búsqueda y exploración, una tendencia existencial a borrar el sedentarismo...aunque es necesario no mirar atrás y hacer del tiempo un presente continuo...” ; y Heberto de Sysmo, en su blog Acrópolis de la Palabra, dice: “...La primera parte del libro ya avanza...un discurso no exento de tensión; por un lado, a una voluble esperanza en la palabra; como al opósito, una no menos cuestionada fe en lo divino o superhumano...”

En Extravío y, de nuevo, según Carlos Alcorta, “...se mantiene...[una]...pugna entre el lenguaje y la experiencia que se desea verbalizar, pero el asunto central, los desposeídos, los excluidos de la sociedad, difiere totalmente de los poemas de la primera parte...Personalmente, creo que esta forma casi torrencial de escribir...es la que mejor se adecúa temas tan sangrantes...” Y añade luego: “...En el último poema... ”Sigo Mudo, encontramos versos que nos muestran la fe que, a pesar de todo, conserva Zerón Huguet en el poder de la palabra...” y José Luís Morante dice que Extravíos añade al hilo argumental, el paso de los otros, esas presencias que dejan sombra en el imaginario social...sobresale...”La niña de Srebrenica” que sobrecoge por su mirada social y por ese enfoque del superviviente que quiere olvidar lo que ya forma parte irremediable de su identidad...”

Adhesiones parece combinar aspectos de las dos partes anteriores porque siguen presentes el transcurrir del tiempo y la urgencia de aprehender el instante en ese ahora inculpador. En esta parte, se atisba un rayo de luz, de esperanza, en la lejanía porque dice Anna Rossell en la página de Las Nueve Musas, artes, ciencias y humanidades, que “...El poemario se cierra con dos poemas, antes del definitivo último, Réquiem, y en ellos, deja la voz poética, ahora más que nunca alter ego del autor, un legado a dos hijos: Letanía para la hija y Palabras para el hijo. Con honrada coherencia, con el tono desesperanzado, pero no de absoluto pesimismo de lo leído anteriormente, el poeta se dirige...a ellos abriendo, para ello, lo que, a pesar de todo es posible: ‘...te mereces todo lo bueno que la vida aún / no ha podido darte. / Te mereces en la vida sólo vida que germina / y que jamás de jamases la desgracia te violente...” Y “Hijo, te pido perdón por lo que no me arrepiento, / perdón te pido por someteré a este feroz aprendizaje / de vivir orientado hacia lo imprevisible.”

Réquiem sección que cierra el libro con ese único poema, atrae la mirada de Juan Carlos Lozano que nos explica que, en este, vuelve a una estructura versicular y a una cadencia salmódica, que contiene una dolorosa luminosidad y, añadimos, que, en sus últimos versos, enseña que, pese a ser amarga esta nuestra libertad cautiva o la fuerza que nos congrega, puede volverse dulce para quienes aprender a respirar en la inmensidad de la apariencia.

Dicho todo esto, debo destacar que, no logro abstraerme al paralelismo, que no similitud, que viene a mi mente observando esas cuatro partes (que, como dije, me parecen un camino iniciático) con las tres cánticas y sus correspondientes treinta y tres cantos (¿recuerdan que mencioné el hecho de que Espacio Transitorio constaba de treinta y tres poemas?)  de la Divina Comedia, de Dante Allighieri y, por supuesto, con el canto introductorio de aquella; y ello porque, al igual que Dante atraviesa su Purgatorio y su Infierno para llegar a un Paraíso en donde, en su Canto XXXIII y final, busca entender el misterio del pensamiento divino pero no lo logra porque la luz divina lo ciega y lo deja ofuscado, José Luís Zerón, atraviesa su Purgatorio en La Canción del Tránsito; su Infierno en Extravíos; y, finalmente, llega a percibir algo de esperanza en Adhesiones pero acaba en la misma ofuscación que Dante, entendiendo la inevitabilidad del dolor y la impotencia de sobrepasarlo, quedándonos la sola opción de incorporarlo a nosotros y, esperar, como dice en Réquiem, que llegue a ser dulce si somos capaces de respirar.

Nuevamente, debo congratularme por la labor de Huerga & Fierro Editores y felicitar tanto a estos como al autor, que nos permiten disfrutar de esta obra de excelente calidad.

Juan C. Lozano Felices, El crack-up de José Luis Zerón, publicado por Leealgo.com 2 febrero,2019
 https://leealgo.com › 2019/02/02 › el-crack-up-de-jose-luis-zeron (última revisión y nov 2019)

Ibidem V

Ibidem V

Ibidem VII

 

 


 

 

Espacio transitorio

José Luis Zerón 

 

 

 
@ Agitadoras.com 2019